martes, 11 de febrero de 2014


Qué es eso de la empatía


Una actitud tan antigua como la humanidad y muy poco practicada en nuestra sociedad

Mi amiga me solía decir: “¡Es que no te’ nteras de lo que te digo!”. Y yo, con más o menos rabia contenida, le contestaba: “¡Pues, anda, que tú!”. Y me iba a casa de mal humor, diciéndome: “¡No entiendo qué le pasa!, ¡se ha puesto como un basilisco”. Un basilisco es un animal mitológico del que se decía que mataba con la mirada; pero yo he investigado y comprobado que sólo mata si se le provoca. Así que me puse a investigar cuál era mi provocación y he aquí lo que he ido descubriendo: determinadas palabras y actitudes mías llegaban a mi amiga como dardos envenenados y producían una reacción rápida que manifestaba o reprimía; en este último caso, su efecto quedaba menos visible, pero generaba heridas profundas que se enquistaban y hacían crónicas.
Un día decidimos poner las cartas sobre la mesa, ¿qué podíamos hacer? Mi amiga y yo nos pusimos de acuerdo en darnos una oportunidad, buscar libros, algún seminario, pero, sobretodo, íbamos a trabajar nosotras con mucho interés y sinceridad; y eso estamos haciendo.

Empezamos el juego: rebobinamos la película y aprendemos de nosotras mismas, igual que hacen los deportistas que ven sus partidos en el vídeo y aprenden de sus errores. Se trata de ir proyectando, imaginativamente, en una pantalla nuestros encuentros y desencuentros para aprender y desechar lo que no nos gusta. Acordamos no establecer normas previas de juego, pero sí cargarlo de divertimento y honestidad. Lo practicamos continuamente y nos va de maravilla, además lo hemos introducido en nuestros grupos, seminarios y cada vez mejor y mejor.

Al rebobinar vimos lo que sucedía. Mi amiga me decía: “No puedo más, llevo un día espantoso, mi madre enferma y mi padre como un crío asustado sin saber qué hacer…”. Y yo le contestaba amablemente: “Pues a mí igual, ha venido mi… y luego en el trabajo…”. Otras veces cambiaba el rollo y la intentaba animar:

-Va, que no será para tanto, olvídate.Yo notaba que ella se crispaba y yo estaba a disgusto, pero eran percepciones sutiles que preferíamos tácitamente pasar por alto.Ahora, al empezar el juego, mi amiga me expresa:

-Cuando te digo algo sobre mí y tú me cortas diciendo “igual que yo”, me fastidia  muchísimo, siento mucha rabia y pena porque pienso que no te interesa nada de mí, que sólo quieres hablar de ti; y cuando me dices “no es para tanto”, siento muchísima rabia porque me estás transmitiendo que no me fíe de mis percepciones, que me fíe de ti, y se me quitan las ganas de estar contigo porque no me escuchas y tampoco quiero saber de ti; no quiero decirte ni escucharte; cada cual a su bola.

Y continúa en esta línea lúdico-honesta.
-Cuando te digo que he tenido una trifulca con mi jefe y me contestas “lo que tienes que hacer es…”, me siento infravalorada y pienso que me estás considerando incapaz de resolver mi situación. y cuando te digo que estoy celosa porque…  y me respondes que qué tontería de sentimientos, pienso que me dices de forma soterrada que debo avergonzarme de sentir lo que siento y de decir lo que digo.
Seguimos el juego y me expreso yo:
-Pues yo creo que como eres mi amiga y no quiero que sufras, debo ayudarte, aconsejarte, reducir importancia a tus problemas; si no lo hago así, me siento culpable y me avergüenzo de mí.
-Pues mira -dice mi amiga-, cuando te digo “no puedo más”, lo único que quiero es que me prestes atención, que me dejes soltar lo que llevo dentro y que me hace daño.
-¿Sí...?
-Exactamente eso -dice mi amiga- y así yo suelto mi rollo y voy viendo lo que me pasa y liberando; y tú como un espejo, reflejándome, eso es la empatía, sin añadir nada tuyo.
-¿Quieres que te repita de pe a pa lo que tú dices? -le digo a mi amiga.
-No, sólo lo nuclear, así aprendemos a quitar broza y centrarnos en lo importante. ¡Creo que va a ser magnífico!.
-¿Estás contenta con tu propuesta? -le digo.
-¡Perfecto!, ya lo estás haciendo: has captado mi sentimiento, contenta, y el motivo, con tu propuesta. Esto me ayuda a liberar  la carga emocional y veo la situación de otra manera. ¡Jo!, ¡qué divertido! ¡Me encanta!

Isabel Altozano
Psicóloga, terapeuta