Qué es eso de la empatía
Una
actitud tan antigua como la humanidad y muy poco practicada en nuestra sociedad
Mi amiga me solía decir: “¡Es
que no te’ nteras de lo que te digo!”. Y yo, con más o menos rabia
contenida, le contestaba: “¡Pues, anda, que tú!”. Y me iba a casa de mal humor,
diciéndome: “¡No entiendo qué le pasa!, ¡se ha puesto como un basilisco”. Un basilisco es un animal
mitológico del que se decía que mataba con la mirada; pero yo he investigado y
comprobado que sólo mata si se le provoca. Así que me puse a investigar cuál
era mi provocación y he aquí lo que he ido descubriendo: determinadas palabras
y actitudes mías llegaban a mi amiga como dardos envenenados y producían una
reacción rápida que manifestaba o reprimía; en este último caso, su efecto
quedaba menos visible, pero generaba heridas profundas que se enquistaban y
hacían crónicas.
Un día decidimos poner las
cartas sobre la mesa, ¿qué podíamos hacer? Mi amiga y yo nos pusimos de acuerdo
en darnos una oportunidad, buscar libros, algún seminario, pero, sobretodo,
íbamos a trabajar nosotras con mucho interés y sinceridad; y eso estamos
haciendo.
Empezamos el juego:
rebobinamos la película y aprendemos de nosotras mismas, igual que hacen los deportistas
que ven sus partidos en el vídeo y aprenden de sus errores. Se trata de ir
proyectando, imaginativamente, en una pantalla nuestros encuentros y
desencuentros para aprender y desechar lo que no nos gusta. Acordamos no
establecer normas previas de juego, pero sí cargarlo de divertimento y honestidad.
Lo practicamos continuamente y nos va de maravilla, además lo hemos introducido
en nuestros grupos, seminarios y cada vez mejor y mejor.
Al rebobinar vimos lo que
sucedía. Mi amiga me decía: “No puedo
más, llevo un día espantoso, mi madre enferma y mi padre como un crío asustado
sin saber qué hacer…”. Y yo le contestaba
amablemente: “Pues a mí igual, ha venido mi… y luego en el trabajo…”. Otras
veces cambiaba el rollo y la intentaba animar:
-Va, que no será para tanto,
olvídate.Yo notaba que ella se
crispaba y yo estaba a disgusto, pero eran percepciones sutiles que preferíamos
tácitamente pasar por alto.Ahora, al empezar el juego, mi
amiga me expresa:
Un día decidimos poner las cartas sobre la mesa, ¿qué podíamos hacer? Mi amiga y yo nos pusimos de acuerdo en darnos una oportunidad, buscar libros, algún seminario, pero, sobretodo, íbamos a trabajar nosotras con mucho interés y sinceridad; y eso estamos haciendo.
Empezamos el juego: rebobinamos la película y aprendemos de nosotras mismas, igual que hacen los deportistas que ven sus partidos en el vídeo y aprenden de sus errores. Se trata de ir proyectando, imaginativamente, en una pantalla nuestros encuentros y desencuentros para aprender y desechar lo que no nos gusta. Acordamos no establecer normas previas de juego, pero sí cargarlo de divertimento y honestidad. Lo practicamos continuamente y nos va de maravilla, además lo hemos introducido en nuestros grupos, seminarios y cada vez mejor y mejor.
Al rebobinar vimos lo que sucedía. Mi amiga me decía: “No puedo más, llevo un día espantoso, mi madre enferma y mi padre como un crío asustado sin saber qué hacer…”. Y yo le contestaba amablemente: “Pues a mí igual, ha venido mi… y luego en el trabajo…”. Otras veces cambiaba el rollo y la intentaba animar:
-Va, que no será para tanto, olvídate.Yo notaba que ella se crispaba y yo estaba a disgusto, pero eran percepciones sutiles que preferíamos tácitamente pasar por alto.Ahora, al empezar el juego, mi amiga me expresa:
-Cuando te digo algo sobre mí
y tú me cortas diciendo “igual que yo”, me fastidia muchísimo, siento mucha rabia y pena
porque pienso que no te interesa nada de mí, que sólo quieres hablar de ti; y
cuando me dices “no es para tanto”, siento
muchísima rabia porque me estás
transmitiendo que no me fíe de mis percepciones, que me fíe de ti, y se me quitan
las ganas de estar contigo porque no me escuchas y tampoco quiero saber de ti;
no quiero decirte ni escucharte; cada cual a su bola.
Y continúa en esta línea
lúdico-honesta.
-Cuando te digo que he tenido
una trifulca con mi jefe y me contestas “lo que tienes que hacer es…”, me
siento infravalorada y pienso que me
estás considerando incapaz de resolver mi situación. y cuando te digo que estoy
celosa porque… y me respondes que qué
tontería de sentimientos, pienso que me dices de forma soterrada que debo avergonzarme
de sentir lo que siento y de decir lo que digo.
Seguimos el juego y me expreso
yo:
-Pues yo creo que como eres
mi amiga y no quiero que sufras, debo ayudarte, aconsejarte, reducir
importancia a tus problemas; si no lo hago así, me siento culpable y me
avergüenzo de mí.
-Pues mira -dice
mi amiga-, cuando te digo “no puedo más”, lo único que quiero es que me prestes
atención, que me dejes soltar lo que llevo dentro y que me hace daño.
-¿Sí...?
-Exactamente
eso -dice mi amiga- y así yo suelto mi rollo y voy viendo lo que me pasa y
liberando; y tú como un espejo, reflejándome, eso es la empatía, sin añadir
nada tuyo.
-¿Quieres
que te repita de pe a pa lo que tú dices? -le digo a mi amiga.
-No, sólo lo
nuclear, así aprendemos a quitar broza y centrarnos en lo importante. ¡Creo que
va a ser magnífico!.
-¿Estás
contenta con tu propuesta? -le digo.
-¡Perfecto!,
ya lo estás haciendo: has captado mi sentimiento, contenta, y el motivo, con
tu propuesta. Esto me ayuda a liberar
la carga emocional y veo la situación de otra manera. ¡Jo!, ¡qué
divertido! ¡Me encanta!
Isabel Altozano
Psicóloga, terapeuta