El perdón o perpetuar los mensajes negativos
“Ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos”.
Mahatma Gandhi
Recordando una sesión con una paciente y escuchando la
película de Louise Hay, “Usted puede sanar su vida” basada en su libro, me vino
a la conciencia la importancia de la perpetuación de mensajes negativos. La
sesión a la que me refiero fue con una mujer que había sido violada por su
padre. Vivió la situación hasta que pudo irse de su casa. No recuerdo los
pormenores, pero sí cómo en su aura había un canal energético que decía algo así
como: “Les haré lo mismo que me han hecho a mi”.
Le pregunté por su relación con los hombres y me confirmó que “los manipulaba” como una forma de venganza, que sus relaciones habían sido muy difíciles.
Sin entrar en los detalles de por qué lo había hecho o no, ni justificar o reprobar su decisión, me pareció interesante la “visión”. Esa “flecha” que la había herido no se había quedado en ella con la posibilidad de elaborarla y captar su aprendizaje doloroso, sino que se había perpetuado, produciendo dolor en ella y en otros.
Las siempre frescas palabras de Louise Hay (también padecedora de abusos físicos y sexuales), quien habla del “perdón” y “liberación” continuamente, también en varios momentos expresa que si “has aprendido algo negativo de tus padres, no tienes por qué repetirlo, simplemente les agradeces y les dices que eso no es válido para ti”.
Creo que uno de los puntos centrales de este tema es la palabra “perdón”. Según algunos, fue el salto cuántico que propuso Jesús a la ley del ojo por ojo de Moisés. Como decía Gandhi, “ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos”. Una palabra usada con connotaciones positivas y negativas. A lo que voy como terapeuta es al poder liberador y reparador del perdón.
Cuando hemos vivido situaciones dolorosas como cuando las hemos creado, eso genera un cúmulo de emociones, pensamientos que quedan grabados en nuestro interior. A veces quedan como trauma a la espera del momento propicio para solucionarlo y captar su mensaje. Con el paso del tiempo, a menudo, es como esa “piedra en el zapato” que molesta pero ya nos habituamos, formando ella parte de nosotros. Inclusive pasamos a autodefinirnos en base a ello: “Soy así, así y así porque me pasó esto y lo otro”.
Pero cuando llegamos a un cruce de caminos, donde tenemos que decidir si queremos cambiar o seguir por el mismo sendero, no hay otra opción que liberar peso del pasado y perdonar. De lo contrario, el propio peso del pasado nos seguirá llevando en la misma dirección.
A través de mi experiencia he visto, tanto en lo personal como en lo profesional, que lo más difícil no es perdonar a los demás sino a uno mismo. Recuerdo el caso de otra mujer que se culpaba porque su hijo había tenido un accidente grave, mientras ella estaba con un hombre. Habían pasado los años y la culpa y el dolor seguían allí.
El perdón tiene una cualidad transformadora inmensa. Su poder depende de nuestra decisión de ejercerlo. Expande nuestro corazón, recuperando un espacio ocupado por el dolor. El perdonar a aquel que nos ha lastimado nos libera de ese lazo, del vínculo con esa situación y esa persona. Nos devuelve el poder que esa persona y esa experiencia nos quitaron. Yo estoy eligiendo en este momento presente perdonar y decidir qué hacer con esa energía y esa experiencia. Nos abre el espacio de la aceptación de que la otra persona, al igual que yo, se puede equivocar y, tal vez, en ese momento hizo lo mejor que supo hacer.
El perdonar a esas personas que han dejado huella en mi camino abre un espacio para lo más difícil: perdonarnos a nosotros mismos. La culpa y el castigo suelen contaminar nuestra conciencia, impidiéndonos ver más allá de la situación vivida. Aceptar que somos lo mejor que podemos ser en este momento y que nuestro futuro será mejor porque así lo decidimos es un paso importante hacia nuestra libertad.
En esto veo una relación adicional. La de no aprender de los errores. El no perdonarse también implica que no puedo aprender de mis errores pasados. Ellos siguen estando presentes, recordándome que “no soy capaz” de mejorar, de aprender, de reparar, de ser perdonado y perdonar.
El perdón en su poder liberador nos ayuda a soltar lastre y a que ese mensaje negativo no se perpetúe hacia nuestro futuro. Nos devuelve el poder, nos devuelve al presente, nos da libertad.
Inténtalo con cosas pequeñas y verás el poder. Simplemente deséalo, escríbelo, dilo en voz alta: “Perdono a… por…”, “me perdono por…”.
Es una forma de lo que se esta poniendo de moda últimamente: la “ecología interior”. Transformemos nuestro interior en un lugar limpio y libre de residuos del pasado.
Le pregunté por su relación con los hombres y me confirmó que “los manipulaba” como una forma de venganza, que sus relaciones habían sido muy difíciles.
Sin entrar en los detalles de por qué lo había hecho o no, ni justificar o reprobar su decisión, me pareció interesante la “visión”. Esa “flecha” que la había herido no se había quedado en ella con la posibilidad de elaborarla y captar su aprendizaje doloroso, sino que se había perpetuado, produciendo dolor en ella y en otros.
Las siempre frescas palabras de Louise Hay (también padecedora de abusos físicos y sexuales), quien habla del “perdón” y “liberación” continuamente, también en varios momentos expresa que si “has aprendido algo negativo de tus padres, no tienes por qué repetirlo, simplemente les agradeces y les dices que eso no es válido para ti”.
Creo que uno de los puntos centrales de este tema es la palabra “perdón”. Según algunos, fue el salto cuántico que propuso Jesús a la ley del ojo por ojo de Moisés. Como decía Gandhi, “ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos”. Una palabra usada con connotaciones positivas y negativas. A lo que voy como terapeuta es al poder liberador y reparador del perdón.
Cuando hemos vivido situaciones dolorosas como cuando las hemos creado, eso genera un cúmulo de emociones, pensamientos que quedan grabados en nuestro interior. A veces quedan como trauma a la espera del momento propicio para solucionarlo y captar su mensaje. Con el paso del tiempo, a menudo, es como esa “piedra en el zapato” que molesta pero ya nos habituamos, formando ella parte de nosotros. Inclusive pasamos a autodefinirnos en base a ello: “Soy así, así y así porque me pasó esto y lo otro”.
Pero cuando llegamos a un cruce de caminos, donde tenemos que decidir si queremos cambiar o seguir por el mismo sendero, no hay otra opción que liberar peso del pasado y perdonar. De lo contrario, el propio peso del pasado nos seguirá llevando en la misma dirección.
A través de mi experiencia he visto, tanto en lo personal como en lo profesional, que lo más difícil no es perdonar a los demás sino a uno mismo. Recuerdo el caso de otra mujer que se culpaba porque su hijo había tenido un accidente grave, mientras ella estaba con un hombre. Habían pasado los años y la culpa y el dolor seguían allí.
El perdón tiene una cualidad transformadora inmensa. Su poder depende de nuestra decisión de ejercerlo. Expande nuestro corazón, recuperando un espacio ocupado por el dolor. El perdonar a aquel que nos ha lastimado nos libera de ese lazo, del vínculo con esa situación y esa persona. Nos devuelve el poder que esa persona y esa experiencia nos quitaron. Yo estoy eligiendo en este momento presente perdonar y decidir qué hacer con esa energía y esa experiencia. Nos abre el espacio de la aceptación de que la otra persona, al igual que yo, se puede equivocar y, tal vez, en ese momento hizo lo mejor que supo hacer.
El perdonar a esas personas que han dejado huella en mi camino abre un espacio para lo más difícil: perdonarnos a nosotros mismos. La culpa y el castigo suelen contaminar nuestra conciencia, impidiéndonos ver más allá de la situación vivida. Aceptar que somos lo mejor que podemos ser en este momento y que nuestro futuro será mejor porque así lo decidimos es un paso importante hacia nuestra libertad.
En esto veo una relación adicional. La de no aprender de los errores. El no perdonarse también implica que no puedo aprender de mis errores pasados. Ellos siguen estando presentes, recordándome que “no soy capaz” de mejorar, de aprender, de reparar, de ser perdonado y perdonar.
El perdón en su poder liberador nos ayuda a soltar lastre y a que ese mensaje negativo no se perpetúe hacia nuestro futuro. Nos devuelve el poder, nos devuelve al presente, nos da libertad.
Inténtalo con cosas pequeñas y verás el poder. Simplemente deséalo, escríbelo, dilo en voz alta: “Perdono a… por…”, “me perdono por…”.
Es una forma de lo que se esta poniendo de moda últimamente: la “ecología interior”. Transformemos nuestro interior en un lugar limpio y libre de residuos del pasado.
Pablo Arturi
Psicólogo transpersonal
Psicólogo transpersonal