martes, 10 de junio de 2014

Ejercicio en ancianos vulnerables

El movimiento es vida

 

Estudio pionero demuestra que el ejercicio puede disminuir efectivamente o prevenir el desarrollo de discapacidad física en personas de edad avanzada extremadamente vulnerables


El ejercicio regular, como caminar, reduce significativamente la probabilidad de que una persona mayor frágil se convierta en un discapacitado físico, de acuerdo con uno de los estudios más grandes y de más larga duración de su tipo hasta la fecha. Los resultados, publicados estos últimos días en la revista JAMA, refuerzan la necesidad de la actividad física frecuente para nuestros ancianos, padres, abuelos y, por qué no, nosotros mismos.
Mientras que todo el mundo sabe que el ejercicio es una buena idea, sin importar la edad, la evidencia científica acerca de sus beneficios en el anciano y enfermo ha sido sorprendentemente limitada.
"Por primera vez hemos demostrado directamente que el ejercicio puede disminuir efectivamente o prevenir el desarrollo de la discapacidad física en una población de personas de edad avanzada extremadamente vulnerables", dijo el doctor Marco Pahor, director del Instituto de Envejecimiento de la Universidad de Florida en Gainesville (EE.UU.) y autor principal del estudio LIFE.
Innumerables estudios epidemiológicos han encontrado una fuerte correlación entre la actividad física en la edad avanzada y una vida más larga y saludable. Pero tales estudios no pueden demostrar que el ejercicio mejora la salud de las personas de más edad, las personas mayores sólo saludables se ejercitan.
A pequeña escala, otros experimentos aleatorios han establecido de manera convincente una relación de causalidad entre el ejercicio y el envejecimiento saludable. Sin embargo, el alcance de estos experimentos ha sido generalmente estrecho, mostrando, por ejemplo, que las personas mayores pueden mejorar su fuerza muscular con el entrenamiento con pesas o de su capacidad de resistencia al caminar.
Por lo tanto, para este último estudio, las intervenciones de estilo de vida y la independencia de los ancianos, los científicos de ocho universidades y centros de investigación de todo el país comenzaron a reclutar voluntarios en 2010, utilizando un conjunto inusual de criterios de selección. A diferencia de muchos estudios de ejercicio que tienden a enfocarse en gente de relativa buena salud que pueden hacer prácticas con facilidad, este ensayo utilizó voluntarios que eran sedentarios y enfermos, en la cúspide de la fragilidad.
En última instancia, reclutaron a 1.635 hombres y mujeres sedentarios de entre 70 y 89 años que obtuvieron una calificación inferior a nueve en una escala de 12 puntos de funcionamiento físico que a menudo se utiliza para evaluar a las personas mayores. Casi la mitad anotó un ocho o más bajo, pero todos eran capaces de caminar por su cuenta durante 400 metros, punto de corte de los investigadores por ser personas con discapacidad física.
A continuación, los hombres y las mujeres fueron asignados al azar a un ejercicio o un grupo de educación. Los que estaban en la asignación de educación se les pidió que visitaran el centro de investigación una vez al mes para aprender temas de nutrición, salud y otros relacionados con el envejecimiento.
El grupo de ejercicio recibió información sobre el envejecimiento, pero también comenzó un programa de caminar, con entrenamiento con pesas del tren inferior con pesas en los tobillos. Debían ir al centro de investigación dos veces a la semana por grupo supervisado, con paseos cada vez más largos. También se les pidió que completaran con tres o cuatro más sesiones de ejercicio en casa. El objetivo era un total de 150 minutos de caminata y cerca de tres sesiones de 10 minutos de entrenamiento con pesas ejercicios cada semana.
Cada seis meses los investigadores comprobaron el funcionamiento físico de todos los voluntarios, con especial atención a si aún podían caminar 400 metros por sí mismos.
El experimento se prolongó durante una media de dos años y medio, mucho más que la mayoría de los estudios de ejercicio.
Al final de ese tiempo, los voluntarios que hacían ejercicio habían registrado un 18 por ciento menos de probabilidades de experimentar algún episodio de incapacidad física. También un 28 por ciento de menos probabilidades de haber convertido en persistente una discapacidad permanente, que se define como la incapacidad de caminar los 400 metros por sí mismos.
La mayoría de los voluntarios "tolera el programa de ejercicios muy bien", dijo el doctor Pahor. Por su parte, Lewis Lipsitz, profesor de medicina de la Facultad de Medicina de Harvard y director del Instituto para la Investigación del Envejecimiento en Boston, que no participó del estudio, afirmó que "es un estudio significativo porque se centra en un resultado importante, que es la prevención de la discapacidad física".
En los próximos meses, Pahor y sus colegas planean explotar su base de datos de resultados para el seguimiento adicional, incluyendo un análisis de costo -beneficio.
La intervención de ejercicios cuesta alrededor de 1.800 dólares por participante por año. Pero esa cifra es mucho menos que el costo de la atención de enfermería a tiempo completo después de que alguien se convierte en discapacitado físico, dijo el investigador.
Pahor advirtió que el estudio LIFE no tiene la intención de hacer que la gente de edad avanzada haga en solitario ejercicio no supervisado. "La supervisión médica es primordial –dijo–. Hable con su médico y trate de encontrar un grupo de ejercicio. El aspecto social es importante".
Mildred Johnston, de 82 años, una jubilada de Gainesville que se ofreció voluntariamente para el estudio LIFE, ha mantenido paseos semanales con dos de los voluntarios que conoció durante el estudio. "El ejercicio ha cambiado toda mi perspectiva sobre lo que significa el envejecimiento", dijo. Y agregó: "No se trata ya de cuánta ayuda necesito de otras personas sino de lo que puedo hacer por mí misma”.