viernes, 24 de enero de 2014

Restaurador de almas



Restaurador de almas

Licenciado en bellas artes por la Universidad Politécnica de Valencia en las especialidades de pintura y restauración de bienes artísticos, Juan José Lorente es cofundador y director de Gaia, Centro de Estudios de Arte y Restauración, donde ejerce la docencia en la especialidad de dibujo artístico y pintura. En su formación también se incluyen cursos de gestalterapia y arteterapia dentro del marco gerencial de la antroposofía. Asimismo cuenta con entrenamiento en áreas de la psicología transpersonal, PNL, entre otras. Meditador desde hace más de 20 años en la técnica Vipassana, imparte cursos de terapia artística o de crecimiento personal a través del arte. Como artista plástico, ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas y su obra figura en numerosas colecciones oficiales y privadas.



-¿Para ti qué es el arte, Juanjo?


-Es una manifestación del alma. También una expresión, a través de la estética, del alma individual que todo ser humano tiene. Es esa diferencia que como seres individuales, aunque pertenezcamos a una misma esencia, llevamos dentro como una manera única de observar el mundo. El arte asume el compromiso de observar y aportar la visión del mundo mediante la belleza, de aquello que nos hace sentir más plenos y conectar con lo mejor de nosotros mismos.


-¿El concepto de belleza ha cambiado con el paso del tiempo?


-En las formas sí, en la esencia no. La belleza es belleza y la fealdad, fealdad. Podemos matizar, pero sabemos que son distintas manifestaciones.


-¿En esta época la belleza está instituida como tal en la sociedad o se ha quedado oculta en las sombras?


-Está en las sombras. Así lo advierten los mejores críticos y cito a uno de los filósofos más importantes para mí, Ken Wilber, que en gran parte de su obra se atreve a hablar del arte y la belleza. La filosofía perenne refiere a la belleza y comulgo con ella en el concepto de que es aquello que nos vincula con lo más trascendente e inmortal de nosotros mismos.


-¿Planteas el arte como un elemento religioso, espiritual?


- Espiritual sí, religioso no.


-¿El arte hizo posible esa conexión en ti o fue una experiencia preexistente?


-Antes ha precedido el estar conectado conmigo mismo. El arte ha sido una forma de poder materializarlo a través de un lenguaje muy concreto. He nacido con esa facultad. Cada uno posee una forma de expresarlo y en mi caso se ha dado mediante la faceta artística.


-¿Cuándo entraste en el mundo artístico?


-Considero que en esta vida estoy expresando una capacidad que desarrollé en otra anterior. De hecho, en la presente no me dedico plenamente a ella. He venido con eso ya ganado y, como una forma que a mí me sirve como bálsamo, como meditación, de vez en cuando la exteriorizo y le puede servir a los demás.


-¿Esta forma de vivir el arte te trasciende y va más allá?


-Sí. Cuando estoy pintando o creando, hay un momento, sobre todo al principio, que es de planteamiento mental y que pertenece al ego, entendiendo ego no como algo negativo. Uno se deja llevar y se da cuenta que llega un instante en que, si estás abierto a tu parte transpersonal o espiritual, la obra habla por sí misma. Y sucede como si fuera una meditación. Tú eres un canal. Tu ego desaparece, entonces surge una expresión que no te pertenece.


-¿Esta experiencia transpersonal sucede en la mayoría de los artistas?


-No, de hecho también coincido con la selección que hace Wilber de los pintores que llegan a este contexto que trasciende lo personal, sólo añadiría a su lista a Marc Rothko, para mí un pintor tremendamente espiritual. Por la época que nos ha tocado vivir, opino que el ser humano desconecta esa parte transpersonal cuando tiene que aportar otra parte, más material, del arte. Con la primera y la segunda revolución industrial surge un tipo de arte que debe captar el fenómeno de la luz, del color, y no el espíritu, pues no toca. A partir de ahí se abren puertas, el arte va paralelo también a la tecnología y pierde aquella referencia. Todo es cíclico y el arte, como cualquier manifestación, lleva su propio camino.


-¿Te refieres al arte aludiendo sólo a la pintura o también a otras disciplinas, como la música?


-En general. Lo que sucede siempre es que hay individualidades que no desconectan con esa esencia. Individualidades, repito, pero como colectivo el arte lleva otros derroteros.


-¿Qué te impulsa para realizar talleres de autoconocimiento a través del arte?


- Proyecto en ellos mi propia experiencia. Para mí el arte es un camino de autoconocimiento interior, muy bueno y efectivo; vuelcas en tu propia creación todo lo oculto, contenidos que, de otra forma, costarían más de salir. Los primitivos chamanes, y no cualquier individuo, pintaban bisontes, ciervos, en las cuevas para poder cazarlos, el arte ya era un hacer espiritual. Desde entonces hubo un contexto que unía lo humano con lo divino, y así ha sido casi hasta nuestros días con la pintura religiosa. El ser humano ha pretendido vivir lo espiritual de una forma a veces muy alegórica, fotográfica, con imágenes copiadas del mundo circundante, o de una forma más esencial, como la pintura abstracta. Lo mío es vocacional. Algo que se ha ido manifestando por sí mismo. En un momento me di cuenta que había formaciones, como la arteterapia de la escuela de Rudolf Steiner, con la antroposofía, o los trabajos de Perls, con la gestalt, que indicaban esas manifestaciones de encuentro de la parte más universal del hombre a través del arte.


-¿Cómo llegas a Gaia, para participar de una empresa reconocida en el ambiente valenciano?


-Gaia es un proyecto fundamentalmente de tres personas, yo soy una de ellas, junto con José y Susana. Y el nombre no se pone por casualidad, es un homenaje a la Madre Tierra. Nació en una civilización presocrática antes de que los dioses empezaran a dividirse por áreas como el arte, la belleza… La diosa Gaia reunía todo, era la síntesis. Sin perder esa referencia, la idea surge para dar clases de arte convencional, enseñar a dibujar, a pintar, o restauración de obras de arte. Si queremos ver la metáfora a través de eso, diríamos que yo puedo ser un restaurador de almas.


-¿Te gusta definirte así?


-Es un concepto que a veces me lo he planteado, porque hablo de restauración cuando en realidad no ejerzo como restaurador. Tal vez ha sido una metáfora que he vivido para ir plasmando lo que realmente he venido a hacer. Y Gaia es un proyecto que quiere aportar a Valencia, dentro de estas enseñanzas, la idea de belleza, puesto que la integran locales muy cuidados, muy trabajados estética y energéticamente. Y esto lo venimos realizando desde hace 22 años.



-¿Eres pesimista u optimista ante estos cambios tan profundos que vivimos los humanos en los últimos tiempos?


-Yo siento que hay un propósito en todo lo que está ocurriendo. Nos trasciende una mente superior que llamamos Dios y seguramente habrá un plan cuya finalidad desconocemos. Si analizo el contexto más inmediato y desde mi perspectiva, sería absurdo no reconocer que atravesamos un momento muy difícil, movido, con mucha violencia, donde no cabe la menor duda de que hay intereses que no sé de dónde surgen para que esto sea así. Allá donde haya esos conflictos, están esos intereses para moverlos, enturbiarlos y avivarlos más. Sucede en el mundo musulmán. Como todo momento delicado, nos debería servir para tomar una posición y colocarnos: con el ser humano que progresa, adoptando una actitud de compromiso, cada uno en la medida que pueda y quiera, o pasamos de ello y pensamos que no hay nada qué hacer. Y no hablo de si debemos ingresar en una ONG o convertirnos en activistas, sino de tomar conciencia y actuar desde la conciencia.


-Los científicos han determinado que el color en la naturaleza no existe, sino que es una creación de nuestro cerebro. ¿Qué opinas?


-Precisamente es uno de los temas que más me entusiasma. Lo trato en una de las clases reiteradamente y sobre todo en mis cursos de mandala y de crecimiento personal a través del arte. Debo conocer el color. Es una metáfora muy clara sobre la ilusión que es todo. Evidentemente nos identificamos con un espectro visual, que además resulta imaginario. Vemos cómo articula nuestro cerebro esa información que no es más ni menos que diferentes longitudes de ondas, y la transforma en una serie de colores. En un estado alterado de conciencia, con otra percepción, veríamos de otra forma. Por lo tanto, no son reales tal y como los vemos. Y así ocurre con cualquier cosa que percibimos. Lo han dicho la filosofía occidental, con Platón que hablaba del mito de las cavernas, y la oriental con el concepto de "maya", que tan bien recoge la filosofía budista, entre otras.


-¿Por qué nos identificamos con determinados colores?


-Hay muchas teorías. Yo me decanto por la siguiente. Aunque ese color no exista como lo vemos pero sí como una longitud de onda, como tal es energía. Y el ser humano es energía dinámica, en expansión y en crecimiento. Cada expresión de los siete colores principales del arco iris, según Newton (ocho según Goethe), está hablando de un aspecto energético muy importante. Si observamos bien, aquéllos coinciden con los siete colores de los chakras, que son centros de energía. Cada uno se halla asociado a una longitud de onda de esos colores básicos de la naturaleza que todos conocemos, empezando por el rojo, luego el naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Y expresan una característica en nosotros que predomina más que las otras. En un resumen, cada persona puede vibrar más con un color en función de qué es lo que necesita expresar o de lo que está expresando.



-Y siguiendo con los colores, desde hace un tiempo se viene hablando de los niños índigos.


-Cada época ha tenido de todo, la gente que hemos venido con valores espirituales estamos abriendo camino a otros tiempos. De hecho, gente muy seria que analiza los ciclos en la Tierra habla de la era de Acuario, que según dicen comenzó con el Mayo del 68 francés, el movimiento hippie. Pero una era son dos mil y pico de años, es decir que no ha hecho más que comenzar. Debe venir gente a este planeta para introducir a esta época y se habla de los niños índigos, a los que observo muy desarrollados, con gran talento. Tienen una sensibilidad muy especial, preparados para lo tecnológico y lo espiritual, capaces de unir ciencia y espíritu.


-¿Te sorprende que cada vez se vea más cercana la ciencia al espíritu?


-No me sorprende, sino que me resulta muy gratificante. Ojalá fuera más frecuente porque hay gran parte de la ciencia que aún no es así. Muy pocos son los científicos, una pequeña elite, que se atreven a hablar de la entidad Gaia y se abren y se dan cuenta de que la física cuántica alude a conceptos citados en el Bhagavad Guita.


-¿Qué le dirías a quien comienza en la aventura de encontrarse a través del arte, expresándose?


-Que intente conocerse, descubrir lo que es genuino en él y distinguir lo que le es impuesto. El arte está implícitamente relacionado con el autoconocimiento. Citaría a los buenos maestros, como Antonio Blay, Wilber y otros muchos, que apuestan por un aprendizaje que nos haga descubrir aquello que es nuestro, genuino; de lo que no lo es. Estoy a favor del artista genuino y he procurado ser así, ir contracorriente, ser fiel a mí mismo. 

Entrevista de Aurelio Álvarez