Restaurador de almas
Licenciado en bellas artes por la Universidad Politécnica de Valencia en las especialidades de pintura y restauración de bienes artísticos, Juan José Lorente es cofundador y director de Gaia, Centro de Estudios de Arte y Restauración, donde ejerce la docencia en la especialidad de dibujo artístico y pintura. En su formación también se incluyen cursos de gestalterapia y arteterapia dentro del marco gerencial de la antroposofía. Asimismo cuenta con entrenamiento en áreas de la psicología transpersonal, PNL, entre otras. Meditador desde hace más de 20 años en la técnica Vipassana, imparte cursos de terapia artística o de crecimiento personal a través del arte. Como artista plástico, ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas y su obra figura en numerosas colecciones oficiales y privadas.
-¿Para ti qué es el arte,
Juanjo?
-Es una manifestación del
alma. También una expresión, a través de la estética, del alma individual que
todo ser humano tiene. Es esa diferencia que como seres individuales, aunque
pertenezcamos a una misma esencia, llevamos dentro como una manera única de
observar el mundo. El arte asume el compromiso de observar y aportar la visión
del mundo mediante la belleza, de aquello que nos hace sentir más plenos y
conectar con lo mejor de nosotros mismos.
-¿El concepto de belleza ha
cambiado con el paso del tiempo?
-En las formas sí, en la
esencia no. La belleza es belleza y la fealdad, fealdad. Podemos matizar, pero
sabemos que son distintas manifestaciones.
-¿En esta época la belleza
está instituida como tal en la sociedad o se ha quedado oculta en las sombras?
-Está en las sombras. Así lo
advierten los mejores críticos y cito a uno de los filósofos más importantes
para mí, Ken Wilber, que en gran parte de su obra se atreve a hablar del arte y
la belleza. La filosofía perenne refiere a la belleza y comulgo con ella en el
concepto de que es aquello que nos vincula con lo más trascendente e inmortal
de nosotros mismos.
-¿Planteas el arte como un
elemento religioso, espiritual?
- Espiritual sí, religioso
no.
-¿El arte hizo posible esa
conexión en ti o fue una experiencia preexistente?
-Antes ha precedido el estar
conectado conmigo mismo. El arte ha sido una forma de poder materializarlo a
través de un lenguaje muy concreto. He nacido con esa facultad. Cada uno posee
una forma de expresarlo y en mi caso se ha dado mediante la faceta artística.
-¿Cuándo entraste en el mundo
artístico?
-Considero que en esta vida
estoy expresando una capacidad que desarrollé en otra anterior. De hecho, en la
presente no me dedico plenamente a ella. He venido con eso ya ganado y, como
una forma que a mí me sirve como bálsamo, como meditación, de vez en cuando la
exteriorizo y le puede servir a los demás.
-¿Esta forma de vivir el arte
te trasciende y va más allá?
-Sí. Cuando estoy pintando o
creando, hay un momento, sobre todo al principio, que es de planteamiento
mental y que pertenece al ego, entendiendo ego no como algo negativo. Uno se
deja llevar y se da cuenta que llega un instante en que, si estás abierto a tu
parte transpersonal o espiritual, la obra habla por sí misma. Y sucede como si
fuera una meditación. Tú eres un canal. Tu ego desaparece, entonces surge una expresión
que no te pertenece.
-¿Esta experiencia
transpersonal sucede en la mayoría de los artistas?
-No, de hecho también
coincido con la selección que hace Wilber de los pintores que llegan a este
contexto que trasciende lo personal, sólo añadiría a su lista a Marc Rothko,
para mí un pintor tremendamente espiritual. Por la época que nos ha tocado
vivir, opino que el ser humano desconecta esa parte transpersonal cuando tiene
que aportar otra parte, más material, del arte. Con la primera y la segunda
revolución industrial surge un tipo de arte que debe captar el fenómeno de la
luz, del color, y no el espíritu, pues no toca. A partir de ahí se abren
puertas, el arte va paralelo también a la tecnología y pierde aquella
referencia. Todo es cíclico y el arte, como cualquier manifestación, lleva su
propio camino.
-¿Te refieres al arte
aludiendo sólo a la pintura o también a otras disciplinas, como la música?
-En general. Lo que sucede
siempre es que hay individualidades que no desconectan con esa esencia. Individualidades,
repito, pero como colectivo el arte lleva otros derroteros.
-¿Qué te impulsa para
realizar talleres de autoconocimiento a través del arte?
- Proyecto en ellos mi propia
experiencia. Para mí el arte es un camino de autoconocimiento interior, muy
bueno y efectivo; vuelcas en tu propia creación todo lo oculto, contenidos que,
de otra forma, costarían más de salir. Los primitivos chamanes, y no cualquier
individuo, pintaban bisontes, ciervos, en las cuevas para poder cazarlos, el
arte ya era un hacer espiritual. Desde entonces hubo un contexto que unía lo
humano con lo divino, y así ha sido casi hasta nuestros días con la pintura
religiosa. El ser humano ha pretendido vivir lo espiritual de una forma a veces
muy alegórica, fotográfica, con imágenes copiadas del mundo circundante, o de
una forma más esencial, como la pintura abstracta. Lo mío es vocacional. Algo
que se ha ido manifestando por sí mismo. En un momento me di cuenta que había
formaciones, como la arteterapia de la escuela de Rudolf Steiner, con la
antroposofía, o los trabajos de Perls, con la gestalt, que indicaban esas
manifestaciones de encuentro de la parte más universal del hombre a través del
arte.
-¿Cómo llegas a Gaia, para
participar de una empresa reconocida en el ambiente valenciano?
-Gaia es un proyecto
fundamentalmente de tres personas, yo soy una de ellas, junto con José y
Susana. Y el nombre no se pone por casualidad, es un homenaje a la Madre
Tierra. Nació en una civilización presocrática antes de que los dioses
empezaran a dividirse por áreas como el arte, la belleza… La diosa Gaia reunía
todo, era la síntesis. Sin perder esa referencia, la idea surge para dar clases
de arte convencional, enseñar a dibujar, a pintar, o restauración de obras de
arte. Si queremos ver la metáfora a través de eso, diríamos que yo puedo ser un
restaurador de almas.
-¿Te gusta definirte así?
-Es un concepto que a veces
me lo he planteado, porque hablo de restauración cuando en realidad no ejerzo
como restaurador. Tal vez ha sido una metáfora que he vivido para ir plasmando
lo que realmente he venido a hacer. Y Gaia es un proyecto que quiere aportar a
Valencia, dentro de estas enseñanzas, la idea de belleza, puesto que la
integran locales muy cuidados, muy trabajados estética y energéticamente. Y esto
lo venimos realizando desde hace 22 años.
-¿Eres pesimista u optimista
ante estos cambios tan profundos que vivimos los humanos en los últimos
tiempos?
-Yo siento que hay un
propósito en todo lo que está ocurriendo. Nos trasciende una mente superior que
llamamos Dios y seguramente habrá un plan cuya finalidad desconocemos. Si
analizo el contexto más inmediato y desde mi perspectiva, sería absurdo no
reconocer que atravesamos un momento muy difícil, movido, con mucha violencia,
donde no cabe la menor duda de que hay intereses que no sé de dónde surgen para
que esto sea así. Allá donde haya esos conflictos, están esos intereses para
moverlos, enturbiarlos y avivarlos más. Sucede en el mundo musulmán. Como todo
momento delicado, nos debería servir para tomar una posición y colocarnos: con
el ser humano que progresa, adoptando una actitud de compromiso, cada uno en la
medida que pueda y quiera, o pasamos de ello y pensamos que no hay nada qué
hacer. Y no hablo de si debemos ingresar en una ONG o convertirnos en
activistas, sino de tomar conciencia y actuar desde la conciencia.
-Los científicos han
determinado que el color en la naturaleza no existe, sino que es una creación
de nuestro cerebro. ¿Qué opinas?
-Precisamente es uno de los
temas que más me entusiasma. Lo trato en una de las clases reiteradamente y
sobre todo en mis cursos de mandala y de crecimiento personal a través del
arte. Debo conocer el color. Es una metáfora muy clara sobre la ilusión que es
todo. Evidentemente nos identificamos con un espectro visual, que además
resulta imaginario. Vemos cómo articula nuestro cerebro esa información que no
es más ni menos que diferentes longitudes de ondas, y la transforma en una
serie de colores. En un estado alterado de conciencia, con otra percepción,
veríamos de otra forma. Por lo tanto, no son reales tal y como los vemos. Y así
ocurre con cualquier cosa que percibimos. Lo han dicho la filosofía occidental,
con Platón que hablaba del mito de las cavernas, y la oriental con el concepto
de "maya", que tan bien recoge la filosofía budista, entre otras.
-¿Por qué nos identificamos
con determinados colores?
-Hay muchas teorías. Yo me
decanto por la siguiente. Aunque ese color no exista como lo vemos pero sí como
una longitud de onda, como tal es energía. Y el ser humano es energía dinámica,
en expansión y en crecimiento. Cada expresión de los siete colores principales
del arco iris, según Newton (ocho según Goethe), está hablando de un aspecto
energético muy importante. Si observamos bien, aquéllos coinciden con los siete
colores de los chakras, que son centros de energía. Cada uno se halla asociado
a una longitud de onda de esos colores básicos de la naturaleza que todos
conocemos, empezando por el rojo, luego el naranja, amarillo, verde, azul,
índigo y violeta. Y expresan una característica en nosotros que predomina más
que las otras. En un resumen, cada persona puede vibrar más con un color en
función de qué es lo que necesita expresar o de lo que está expresando.
-Y siguiendo con los colores,
desde hace un tiempo se viene hablando de los niños índigos.
-Cada época ha tenido de
todo, la gente que hemos venido con valores espirituales estamos abriendo
camino a otros tiempos. De hecho, gente muy seria que analiza los ciclos en la
Tierra habla de la era de Acuario, que según dicen comenzó con el Mayo del 68 francés,
el movimiento hippie. Pero una era son dos mil y pico de años, es decir que no
ha hecho más que comenzar. Debe venir gente a este planeta para introducir a
esta época y se habla de los niños índigos, a los que observo muy desarrollados,
con gran talento. Tienen una sensibilidad muy especial, preparados para lo
tecnológico y lo espiritual, capaces de unir ciencia y espíritu.
-¿Te sorprende que cada vez
se vea más cercana la ciencia al espíritu?
-No me sorprende, sino que me
resulta muy gratificante. Ojalá fuera más frecuente porque hay gran parte de la
ciencia que aún no es así. Muy pocos son los científicos, una pequeña elite,
que se atreven a hablar de la entidad Gaia y se abren y se dan cuenta de que la
física cuántica alude a conceptos citados en el Bhagavad Guita.
-¿Qué le dirías a quien
comienza en la aventura de encontrarse a través del arte, expresándose?
-Que intente conocerse,
descubrir lo que es genuino en él y distinguir lo que le es impuesto. El arte
está implícitamente relacionado con el autoconocimiento. Citaría a los buenos
maestros, como Antonio Blay, Wilber y otros muchos, que apuestan por un
aprendizaje que nos haga descubrir aquello que es nuestro, genuino; de lo que
no lo es. Estoy a favor del artista genuino y he procurado ser así, ir
contracorriente, ser fiel a mí mismo.
Entrevista de Aurelio Álvarez