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lunes, 10 de febrero de 2014

Yoga y flexibilidad




Yoga y flexibilidad


Me atrevería a decir que flexibilidad es uno de los tantos sinónimos de Yoga, ya que su práctica nos da  una flexibilidad difícil de igualar con otras técnicas corporales. Esto es así porque el Yoga trabaja, como ya sabemos, de forma integral y, puesto a hablar de flexibilidad, nos enseña a “ser” flexibles física y psicológicamente, a tener elasticidad en todos los aspectos de nuestra vida. Como pregonan los orientales, “flexibles como una vara de bambú, que se dobla pero no se quiebra”. Una psicología flexible nos permite aceptar los desafíos que se nos presentan. Saber escuchar, sin juzgar a quienes no tienen nuestras ideas o conceptos. Nos hace receptivos a nuevas posibilidades. Romper con tabúes y mitos que nos limitan. Reconocer nuestra voluntad independiente, cuna de las más sabias decisiones. 
La flexibilidad psicológica derrama su néctar sobre el corazón, endulza sus fibras despertando la alegría, el agradecimiento, la capacidad de amar, el perdón.

Y esto le da otro aire al cuerpo, lo suelta, lo relaja, lo optimiza, lo flexibiliza.
El hecho de lograr ductilidad en todos nuestros niveles, para el yoga, tiene un objetivo superior: reconocernos como seres espirituales en constante evolución.
La flexibilidad física mantiene en óptimas condiciones nuestro aparato locomotor, tan limitado en estos días por la vida sedentaria que llevamos.
En los huesos quedan también grabados nuestros pensamientos y sentimientos, en especial en la columna. Ésta es una verdadera expresión de la arquitectura divina. No sólo por su construcción anatómica, sino por lo que conlleva. Junto con el cerebro, es notable la similitud que tiene con un espermatozoide. Esta comparación permite pensar que el eje vertebral es portador de la vida y la energía.
Estirar y elongar son los pasos previos para ir adquiriendo flexibilidad corporal. Si bien es cierto que hay personas con más flexibilidad natural que otras, con un trabajo consciente y progresivo todos podrán, aun los más rígidos, alcanzar niveles de flexibilidad insospechados, que ha de traducirse en un estado de bienestar y ligereza, redundando en su estado anímico y en la actividad diaria.
El Yoga considera al cuerpo como el templo del espíritu, por lo tanto lo respeta y nos enseña a respetarlo. Todos sus estiramientos y posturas han sido diseñados cumpliendo esa norma.
Una gran variedad de ejercicios y posturas contribuye a mejorar la flexibilidad integral.

Paschimottasana

Esta es una de las asanas clásicas de yoga, conocida popularmente como “la pinza”, postura que estira fuertemente la parte posterior del cuerpo, tronco y piernas.
Presenta algunas dificultades al principio de su práctica debido a  tensiones acumuladas en la zona sacrolumbar o a determinadas patologías de columna, acortamiento de músculos en la zona posterior de las rodillas y rigidez en articulaciones de cadera.
En el plano energético, su objetivo es hacer circular la energía por la columna vertebral desde los chakras inferiores al Ajna Chakra o "Tercer ojo". Este movimiento energético por la columna permite remover tensiones psicosomáticas, localizadas en esa zona, y estimular el riego de la médula espinal.
Actúa en especial sobre el chakra sexual,  activando y estimulando los órganos sexuales, e incrementando la actividad sexual.
 La presión abdominal extiende la zona sacrolumbar, acción que beneficia los centros nerviosos y glándulas de esa zona. Facilita la digestión.
El punto reflejo localizado en la base de los dedos gordos, cuando éstos son presionados, actúa sobre la glándula pituitaria y ayuda a mejorar la actividad endocrinológica.
La posición horizontal del tronco disminuye la presión de la gravedad, lo que favorece la relajación de pulmones y corazón.
Todas las posturas requieren un camino previo de reconocimiento del cuerpo, flexibilizar articulaciones, profundizar en la concentración, ampliar la respiración y, en especial, confiar en las propias posibilidades.
Todo esto lo irás logrando en clases de yoga. ¿Por qué no probar?

Teresa Márquez Sanmartín
Maestra de Yoga y Eutoyoga

martes, 4 de febrero de 2014

Siete temperamentos, una hipótesis de trabajo

Siete Temperamentos, una hipótesis de trabajo

Por el sólo hecho de buscar un poco más en  la riqueza de cualidades y matices de la psique humana, desde una perspectiva científica, la psicóloga Patricia Fernández de Ordóñez presenta lo que denomina una hipótesis de trabajo, tan antigua como la historia misma del hombre. Los Siete Temperamentos (o Rayos, cuestión de palabras y de gustos, si se quiere) se esbozan como complemento del conocimiento.

 

-¿Cuáles son los antecedentes de este enfoque, Patricia?

-Por interés científico y filosófico, así como por inquietudes humanísticas, veo cómo se va dando una convergencia, casi sin ser querida, de la ciencia, lo filosófico y lo espiritual. Así es que la psicología, que surge a principios del siglo pasado, muy influida por una ciencia materialista, llega por una necesidad de bucear en las profundidades humanas y balancear esa observación tan extrema de lo externo, de medir y experimentar todo, pero olvidando qué pasaba en el mundo interior del hombre. Ante una sensación de vacío en los seres, porque lo subjetivo es tan real como lo objetivo, comienza la psicología con el descubrimiento de un nivel inconsciente.

-¿Qué factores se consideraban anteriormente en el hombre?

-Fundamentalmente dos: el hereditario, es decir, la influencia genética, y el condicionamiento medioambiental. Ya en pleno siglo XX, los autores empezaron a darse cuenta de que la conducta del hombre no es explicable sólo a partir de esos dos factores. Por ejemplo, ¿por qué personas en circunstancias parecidas reaccionan de modo tan distinto? Tenemos el caso de Víctor Frankl, con sus vivencias y observaciones en los campos de concentración nazis. Algunos se desmoronaron y otros se fortalecieron, pudiendo alcanzar incluso expansiones de conciencia. Y los factores antes mencionados no alcanzan a explicar la diferencia. 

-Estos hechos le dan un giro al campo del estudio de la psique, lógicamente.

-Nuevas corrientes empiezan a considerar un tercer factor. Los junguianos hablan del sí mismo, los transpersonales lo hacen del self transpersonal y también nace la corriente de la psicosíntesis de Roberto Assagioli. Ese factor es el organizador y director de los procesos psicoespirituales, que podría llamarse el ser profundo, el hombre interno. Y de aquellas líneas de estudio parten abordajes complementarios.

-¿Cómo se inserta en ese avance la hipótesis de trabajo de los siete temperamentos básicos?

-El hombre tiene una naturaleza compleja y es un desaño poder comprenderla. Hay varios caminos posibles. Uno es el que acaba de mencionar, cuyo tronco central se encuentra en la descripción que hace Alice A. Bailey. Los antecedentes se ubican en las mitologías y tradiciones grecolatina, egipcia, hindú y, por supuesto, judeocristiana. En el siglo XX se retoma, tratando de aplicarlo en un nivel estrictamente psicológico. Luego de Bailey, una serie de profesionales se enfocan en el desarrollo de su descripción.

-¿Podría mencionar algunos?

-Assagioli, psiquiatra italiano fallecido a mediados de los '80, creador de la psicosíntesis, decía que el hombre es más que este cuerpo visible, con una parte más profunda, con lo cual uno debe tratar de contactar para, de este modo, posibilitar la expresión de sus potencialidades y poseer un sentido de plenitud. En uno de sus libros mas conocidos, “Topología de la psicosíntesis”, se refiere a estos siete temperamentos, y en una monografía posterior, publicada en 1983 en Londres, describe a cada uno.
El doctor Robert Gerard, cocreador de la Fundación Internacional de Psicología Integral, en Los Ángeles, California, tomó esa hipótesis y desarrolló el “Manual para el autoanálisis individual de rayo”. Rayo, entendiéndolo como temperamento, cabe aclararlo. También incorporó un sistema de meditaciones integradas y visualizaciones simbólicas. Otro centro, en New Jersey, Estados Unidos, es la Universidad de los Siete Rayos, que dirige Michael Robbins, PhD en psicología, que editó un material muy interesante en dos tomos. Junto a sus colaboradores recopiló durante tres años mas de 1.500 casos con la intención de llegar a estandarizar un test, que figura en su segundo libro. Lo denominó “Perfil de Identidad Personal”. Después elaboró un segundo test, con enunciados mas sintéticos, y se creó el “Perfil de Identidad Estudiantil”, para aplicarlo específicamente a los estudiantes secundarios y universitarios, de ayuda para maestros y profesores.

-¿Qué caracterología posee cada uno de los siete temperamentos?

-El primero se llama de voluntad o poder. Corresponde a las personas que se expresan tratando de imponer su propia voluntad; los que lideran y dirigen, políticos y empresarios. El segundo tipo es el de amor-sabiduría; en este se hallan quienes se dedican a profesiones protectoras, que nutren y forman; docentes, profesionales terapéuticos. El tercero es el de la inteligencia activa y adaptabilidad. Gente con gran capacidad de pensamiento abstracto, interés filosófico y que piensan en función de principios. El cuarto tipo es el que determina la armonía a través del conflicto, de la belleza y el arte. A partir de una crisis se tiene la oportunidad de realizar algún aprendizaje, insight, como el concepto de aprendizaje de Piaget, de reacomodación de las estructuras y la totalidad. Estas personas observan los matices: los estetas, Chopin en la música, los mismos psicólogos...

-Usted está aportando datos relativamente positivos.

-Los hay también negativos, pero lo dejamos para otra ocasión. Sigamos con el quinto tipo, el del conocimiento concreto y ciencia. El método positivista se erige como el ejemplo más claro. Se asocia a la capacidad tecnológica. El sexto se refiere a la devoción e idealismo. Son quienes se entregan por un ideal, con sensibilidad de carácter místico. Y el séptimo es de orden y ceremonial. Son ritualistas, con hábitos de los cuales dependen bastante, así como de una gran capacidad organizativa. Como buenos directores de orquesta, introyectan a la totalidad del conjunto a su cargo. 
La psicología en general se desarrolló fabulosamente y esta hipótesis de trabajo de los siete temperamentos es nada más que un estudio que complementa ese desarrollo, que ha ido en muchas direcciones, como he dicho antes. En este momento, único, en que el hombre se encuentra en una crisis tan profunda y generalizada, se abre una posibilidad de demostrar nuestras capacidades creativas, y contamos con un cúmulo importante de caminos terapéuticos al alcance de la mano, de armonización psicocorporal, meditación y otros medios.

-Algunos estudiosos se atreven a hablar de actualización de viejas tendencias.

-En esa expresión de toda una nueva tendencia que está apareciendo, con la consideración del tercer factor que indiqué anteriormente, se da una actualización con los aportes mismos de la ciencia, cuyos logros son indudables. Cabe evaluar todo un saber subjetivo que también es evidente . De su combinación puede salir una síntesis muy rica, y de hecho está ocurriendo. Tal el caso de los siente temperamentos, que son retomados en su valor en estos días en Occidente, luego de que se los enunciara de un modo alegórico, oscuro. También los aportes de los distintos tipos de meditación. La ciencia los toma, los desarrolla y les aplica el rigor científico. 

-Es llamativa la circunstancia en que se produce esta síntesis.

-Esta es una experiencia tremendamente útil. La crisis ecológica (y otras) no hace más que evidenciar un grave problema moral en el mundo, una crisis ecológica interna de la humanidad, que puede ser aprovechada. De una crisis el hombre puede salir más fortalecido mental y emocionalmente más libre. Todo depende de cómo aprovechamos los tres factores de los que hemos hablado. Erich Fromm, en “El miedo a la libertad”, dice que para ser verdaderamente libres necesitamos ser maduros emocional y mentalmente. Esta es la posibilidad del momento. Hacernos cargo de que podemos ser libres espiritualmente. Cuantas veces queremos tener una respuesta más constructiva frente a las circunstancias  y no podemos, hacemos lo que podemos. Así podremos liberarnos de la esclavitud que nosotros mismos nos imponemos, profundizando en nuestra propia naturaleza.

 

Entrevista de Aurelio Álvarez

 

viernes, 24 de enero de 2014

Restaurador de almas



Restaurador de almas

Licenciado en bellas artes por la Universidad Politécnica de Valencia en las especialidades de pintura y restauración de bienes artísticos, Juan José Lorente es cofundador y director de Gaia, Centro de Estudios de Arte y Restauración, donde ejerce la docencia en la especialidad de dibujo artístico y pintura. En su formación también se incluyen cursos de gestalterapia y arteterapia dentro del marco gerencial de la antroposofía. Asimismo cuenta con entrenamiento en áreas de la psicología transpersonal, PNL, entre otras. Meditador desde hace más de 20 años en la técnica Vipassana, imparte cursos de terapia artística o de crecimiento personal a través del arte. Como artista plástico, ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas y su obra figura en numerosas colecciones oficiales y privadas.



-¿Para ti qué es el arte, Juanjo?


-Es una manifestación del alma. También una expresión, a través de la estética, del alma individual que todo ser humano tiene. Es esa diferencia que como seres individuales, aunque pertenezcamos a una misma esencia, llevamos dentro como una manera única de observar el mundo. El arte asume el compromiso de observar y aportar la visión del mundo mediante la belleza, de aquello que nos hace sentir más plenos y conectar con lo mejor de nosotros mismos.


-¿El concepto de belleza ha cambiado con el paso del tiempo?


-En las formas sí, en la esencia no. La belleza es belleza y la fealdad, fealdad. Podemos matizar, pero sabemos que son distintas manifestaciones.


-¿En esta época la belleza está instituida como tal en la sociedad o se ha quedado oculta en las sombras?


-Está en las sombras. Así lo advierten los mejores críticos y cito a uno de los filósofos más importantes para mí, Ken Wilber, que en gran parte de su obra se atreve a hablar del arte y la belleza. La filosofía perenne refiere a la belleza y comulgo con ella en el concepto de que es aquello que nos vincula con lo más trascendente e inmortal de nosotros mismos.


-¿Planteas el arte como un elemento religioso, espiritual?


- Espiritual sí, religioso no.


-¿El arte hizo posible esa conexión en ti o fue una experiencia preexistente?


-Antes ha precedido el estar conectado conmigo mismo. El arte ha sido una forma de poder materializarlo a través de un lenguaje muy concreto. He nacido con esa facultad. Cada uno posee una forma de expresarlo y en mi caso se ha dado mediante la faceta artística.


-¿Cuándo entraste en el mundo artístico?


-Considero que en esta vida estoy expresando una capacidad que desarrollé en otra anterior. De hecho, en la presente no me dedico plenamente a ella. He venido con eso ya ganado y, como una forma que a mí me sirve como bálsamo, como meditación, de vez en cuando la exteriorizo y le puede servir a los demás.


-¿Esta forma de vivir el arte te trasciende y va más allá?


-Sí. Cuando estoy pintando o creando, hay un momento, sobre todo al principio, que es de planteamiento mental y que pertenece al ego, entendiendo ego no como algo negativo. Uno se deja llevar y se da cuenta que llega un instante en que, si estás abierto a tu parte transpersonal o espiritual, la obra habla por sí misma. Y sucede como si fuera una meditación. Tú eres un canal. Tu ego desaparece, entonces surge una expresión que no te pertenece.


-¿Esta experiencia transpersonal sucede en la mayoría de los artistas?


-No, de hecho también coincido con la selección que hace Wilber de los pintores que llegan a este contexto que trasciende lo personal, sólo añadiría a su lista a Marc Rothko, para mí un pintor tremendamente espiritual. Por la época que nos ha tocado vivir, opino que el ser humano desconecta esa parte transpersonal cuando tiene que aportar otra parte, más material, del arte. Con la primera y la segunda revolución industrial surge un tipo de arte que debe captar el fenómeno de la luz, del color, y no el espíritu, pues no toca. A partir de ahí se abren puertas, el arte va paralelo también a la tecnología y pierde aquella referencia. Todo es cíclico y el arte, como cualquier manifestación, lleva su propio camino.


-¿Te refieres al arte aludiendo sólo a la pintura o también a otras disciplinas, como la música?


-En general. Lo que sucede siempre es que hay individualidades que no desconectan con esa esencia. Individualidades, repito, pero como colectivo el arte lleva otros derroteros.


-¿Qué te impulsa para realizar talleres de autoconocimiento a través del arte?


- Proyecto en ellos mi propia experiencia. Para mí el arte es un camino de autoconocimiento interior, muy bueno y efectivo; vuelcas en tu propia creación todo lo oculto, contenidos que, de otra forma, costarían más de salir. Los primitivos chamanes, y no cualquier individuo, pintaban bisontes, ciervos, en las cuevas para poder cazarlos, el arte ya era un hacer espiritual. Desde entonces hubo un contexto que unía lo humano con lo divino, y así ha sido casi hasta nuestros días con la pintura religiosa. El ser humano ha pretendido vivir lo espiritual de una forma a veces muy alegórica, fotográfica, con imágenes copiadas del mundo circundante, o de una forma más esencial, como la pintura abstracta. Lo mío es vocacional. Algo que se ha ido manifestando por sí mismo. En un momento me di cuenta que había formaciones, como la arteterapia de la escuela de Rudolf Steiner, con la antroposofía, o los trabajos de Perls, con la gestalt, que indicaban esas manifestaciones de encuentro de la parte más universal del hombre a través del arte.


-¿Cómo llegas a Gaia, para participar de una empresa reconocida en el ambiente valenciano?


-Gaia es un proyecto fundamentalmente de tres personas, yo soy una de ellas, junto con José y Susana. Y el nombre no se pone por casualidad, es un homenaje a la Madre Tierra. Nació en una civilización presocrática antes de que los dioses empezaran a dividirse por áreas como el arte, la belleza… La diosa Gaia reunía todo, era la síntesis. Sin perder esa referencia, la idea surge para dar clases de arte convencional, enseñar a dibujar, a pintar, o restauración de obras de arte. Si queremos ver la metáfora a través de eso, diríamos que yo puedo ser un restaurador de almas.


-¿Te gusta definirte así?


-Es un concepto que a veces me lo he planteado, porque hablo de restauración cuando en realidad no ejerzo como restaurador. Tal vez ha sido una metáfora que he vivido para ir plasmando lo que realmente he venido a hacer. Y Gaia es un proyecto que quiere aportar a Valencia, dentro de estas enseñanzas, la idea de belleza, puesto que la integran locales muy cuidados, muy trabajados estética y energéticamente. Y esto lo venimos realizando desde hace 22 años.



-¿Eres pesimista u optimista ante estos cambios tan profundos que vivimos los humanos en los últimos tiempos?


-Yo siento que hay un propósito en todo lo que está ocurriendo. Nos trasciende una mente superior que llamamos Dios y seguramente habrá un plan cuya finalidad desconocemos. Si analizo el contexto más inmediato y desde mi perspectiva, sería absurdo no reconocer que atravesamos un momento muy difícil, movido, con mucha violencia, donde no cabe la menor duda de que hay intereses que no sé de dónde surgen para que esto sea así. Allá donde haya esos conflictos, están esos intereses para moverlos, enturbiarlos y avivarlos más. Sucede en el mundo musulmán. Como todo momento delicado, nos debería servir para tomar una posición y colocarnos: con el ser humano que progresa, adoptando una actitud de compromiso, cada uno en la medida que pueda y quiera, o pasamos de ello y pensamos que no hay nada qué hacer. Y no hablo de si debemos ingresar en una ONG o convertirnos en activistas, sino de tomar conciencia y actuar desde la conciencia.


-Los científicos han determinado que el color en la naturaleza no existe, sino que es una creación de nuestro cerebro. ¿Qué opinas?


-Precisamente es uno de los temas que más me entusiasma. Lo trato en una de las clases reiteradamente y sobre todo en mis cursos de mandala y de crecimiento personal a través del arte. Debo conocer el color. Es una metáfora muy clara sobre la ilusión que es todo. Evidentemente nos identificamos con un espectro visual, que además resulta imaginario. Vemos cómo articula nuestro cerebro esa información que no es más ni menos que diferentes longitudes de ondas, y la transforma en una serie de colores. En un estado alterado de conciencia, con otra percepción, veríamos de otra forma. Por lo tanto, no son reales tal y como los vemos. Y así ocurre con cualquier cosa que percibimos. Lo han dicho la filosofía occidental, con Platón que hablaba del mito de las cavernas, y la oriental con el concepto de "maya", que tan bien recoge la filosofía budista, entre otras.


-¿Por qué nos identificamos con determinados colores?


-Hay muchas teorías. Yo me decanto por la siguiente. Aunque ese color no exista como lo vemos pero sí como una longitud de onda, como tal es energía. Y el ser humano es energía dinámica, en expansión y en crecimiento. Cada expresión de los siete colores principales del arco iris, según Newton (ocho según Goethe), está hablando de un aspecto energético muy importante. Si observamos bien, aquéllos coinciden con los siete colores de los chakras, que son centros de energía. Cada uno se halla asociado a una longitud de onda de esos colores básicos de la naturaleza que todos conocemos, empezando por el rojo, luego el naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Y expresan una característica en nosotros que predomina más que las otras. En un resumen, cada persona puede vibrar más con un color en función de qué es lo que necesita expresar o de lo que está expresando.



-Y siguiendo con los colores, desde hace un tiempo se viene hablando de los niños índigos.


-Cada época ha tenido de todo, la gente que hemos venido con valores espirituales estamos abriendo camino a otros tiempos. De hecho, gente muy seria que analiza los ciclos en la Tierra habla de la era de Acuario, que según dicen comenzó con el Mayo del 68 francés, el movimiento hippie. Pero una era son dos mil y pico de años, es decir que no ha hecho más que comenzar. Debe venir gente a este planeta para introducir a esta época y se habla de los niños índigos, a los que observo muy desarrollados, con gran talento. Tienen una sensibilidad muy especial, preparados para lo tecnológico y lo espiritual, capaces de unir ciencia y espíritu.


-¿Te sorprende que cada vez se vea más cercana la ciencia al espíritu?


-No me sorprende, sino que me resulta muy gratificante. Ojalá fuera más frecuente porque hay gran parte de la ciencia que aún no es así. Muy pocos son los científicos, una pequeña elite, que se atreven a hablar de la entidad Gaia y se abren y se dan cuenta de que la física cuántica alude a conceptos citados en el Bhagavad Guita.


-¿Qué le dirías a quien comienza en la aventura de encontrarse a través del arte, expresándose?


-Que intente conocerse, descubrir lo que es genuino en él y distinguir lo que le es impuesto. El arte está implícitamente relacionado con el autoconocimiento. Citaría a los buenos maestros, como Antonio Blay, Wilber y otros muchos, que apuestan por un aprendizaje que nos haga descubrir aquello que es nuestro, genuino; de lo que no lo es. Estoy a favor del artista genuino y he procurado ser así, ir contracorriente, ser fiel a mí mismo. 

Entrevista de Aurelio Álvarez


 

lunes, 20 de enero de 2014

Felicidad flexible

Felicidad flexible

"Tienes que tener la mente más abierta y podrás ser más feliz", sostiene Jenny Moix,psicóloga, profesora universitaria y autora del libro del que tomamos su título para hacerlo nuestro, que se aleja de las ideas estereotipadas

 

    

Con la que está cayendo, ¿podemos hablar de felicidad, Jenny?

-El otro día estaba leyendo y vi por primera vez la palabra adanismo, que expresa la idea de que nos creemos un poco adanes, los primeros hombres en esta tierra, como si no hubiera habido nunca en la historia de la humanidad guerras, epidemias, mirándonos mucho el ombligo. De todos modos, en mi libro hablo más de flexibilidad que de felicidad, palabra ésta que me da cierto temor porque creo que a veces provoca más efectos negativos que positivos, en el sentido de que vamos buscando aquella felicidad que nos muestran los anuncios y algunos libros de autoayuda, una felicidad vacía, hueca, fácil de conseguir, y que finalmente nos causa frustración.

-¿Cómo concebiste la idea de una felicidad flexible?


-Los psicólogos observamos que hay pacientes que con la terapia evolucionan muy bien, mientras que otros siguen encallados, bloqueados y no avanzan. Y la terapia es la misma, tanto en unos como en otros casos. Pensando en esto, llegué a la conclusión de que la clave es tener flexibilidad. Algunos pacientes llegan a la primera consulta, hablan de sus problemas y su malestar. Tú escuchas, los entiendes, y el paso siguiente es mirar esos temas desde otros ángulos para evolucionar, abrir la mente. Es cuando aquéllos se sienten, exagerando un poco, como si les dijeras “eres tonto, porque podrías haber visto de otra forma esta cuestión y en cambio lo haces desde aquí…”. Y no lo aceptan, prefieren que les des la razón y digas “sí, estás muy mal y tienes razón, no hay otra manera de afrontar tu vida”.

-Ese mirar desde otro ángulo también invita a re-significar lo que estamos viviendo hoy como crisis, y no resignarse, que sería bajar la guardia.

-Recientemente una señora me comentaba que acababa de fallecer una hija y no se sentía mal por ello. Le respondí que, si estaba así, era señal de que se había colocado en otro nivel de percepción, dándole otro significado a lo acontecido. Cuando hablo de flexibilidad y de aceptar las cosas tal como vienen, muchas personas creen que me refiero a resignarse, y es todo lo contrario: aceptar una situación quiere decir que no la estás evitando, que la miras cara a cara, y es el primer paso hacia un cambio. Esta crisis, como otras, nos lleva a reubicar todo.

-Deberíamos lograr una buena química entre pensamientos y emociones para adecuarnos a este contexto de crisis.

-Ocurre que a veces, frente a estas situaciones difíciles, de crisis, el problema es tomar una decisión: las emociones dicen que tienes que ir por aquí y los pensamientos, por allá. Entonces la pregunta es “qué hago”. De hecho, en técnicas cognitivo-conductuales se afirma que cuando debes tomar una decisión tienes que puntuar los aspectos positivos y los negativos, sumarlos en dos columnas y contrastar sus resultados, para luego elegir el camino que haga la diferencia. Es ridículo. A nivel personal, me imagino a mí misma con 80 años, con más sabiduría y conocimientos, y ante la pregunta “qué hago”, la Jenny con esa edad me aconseja. Normalmente dice: “¡Déjate de tonterías y haz lo que te apetezca!” (risas).

-Hacer el camino con corazón, diría Castaneda.

-Se sabe a través de experimentos científicos que aquellas personas que tienen afectado el campo emocional, y aun conservando su inteligencia racional intacta, toman malas decisiones. La cuestión es aprender a reconocer qué es lo que queremos. Por otra parte, existen muchas mujeres que se han entregado totalmente a otras personas, y frente a la pregunta “qué te gustaría hacer, con qué disfrutas, qué te pide el corazón”, responden que no lo saben. Es decir, es gente que ha anulado aquello que quiere y siente.

-En todo proceso de cambio hay un coste, no es gratuito, se producen “dolores de parto”. Como cuando crecemos, nos duelen los huesos. Pero el dolor es inevitable y el sufrimiento es optativo, según Buda. ¿Convendría reconocer esta diferencia a nivel social?

-Sí, y he aquí un problema: no diferenciamos dolor y sufrimiento. La clave de la psicología es que lo que nos pasa no afecta nuestras emociones, sino aquello que pensamos acerca de lo que nos pasa, es decir, cómo interpretamos lo que nos sucede. Al conseguir establecer esa diferencia damos un salto increíble. Mi especialidad es tratar con pacientes con dolor crónico, y me he dado cuenta de que cuando ellos piensan “este dolor no se acabará nunca, ya no puedo más con este dolor”, sufren más.

-En estos casos de pacientes con dolor crónico, ¿hay una oportunidad para el humor, para reírse?

-Sí, y tanto… Por supuesto que en estos casos se produce mayor índice de depresión con respecto a quienes no sufren dolor crónico, pero también es cierto que algunas de estas personas son más felices que muchos que tienen salud, dinero y todo lo demás.

-Frente a la adversidad, como puede ser la enfermedad, un accidente o un vuelco imprevisto en la vida, se plantea lo que es justo o no, porque nos ha tocado…

-El error es que por nuestra cuadriculación mental hemos creado una idea de justicia de que “esto es justo y esto es injusto”, basándonos en que los humanos nos pensamos muy poderosos, que lo tenemos todo muy controlado y las cosas tienen que ser así y así. En realidad, somos hormiguitas en un planeta en el cual ahora puede venir un vendaval y llevarse nuestra casa… y decimos “esto es injusto”. Hay una complejidad de factores que afectan la realidad y la hacen incontrolable. Esas situaciones difíciles nos conducen a otra pregunta: “por qué a mí y no al otro”. Y esa pregunta tiene un origen religioso, subyaciendo la idea de que Dios me ha castigado, como si hubiera alguien repartiendo cosas, justas o no. Creo que no hay nadie y si lo hubiera, no creo que fuera repartiendo castigos, este es un mundo caótico, y si nos diéramos cuenta de nuestra pequeñez no sufriríamos tanto. Deberíamos ser más humildes.

-Éste es un momento histórico interesante, de una gran incertidumbre general, donde nos vemos situados en un nuevo punto de largada. ¿Qué ideas y recursos ponemos en nuestra mochila para andar el camino que nos espera?

-A veces se define a la inteligencia como la capacidad de almacenar dudas. Cuando vemos cosas que no nos encajan en nuestras cuadrículas mentales las desechamos, como si no existieran. La cuestión es tener un cajón para poner ahí las dudas que vamos teniendo, y quizás con el tiempo, cuando nuestro cerebro tenga recopiladas más experiencias, más datos, se entienda su significado. Por ejemplo, alguien con mentalidad científica va a que le tiren las cartas y le aciertan muchas cosas; es probable que pensara “¡oh!, ¿y ahora qué hago yo con esto?”. Podría creer que es una tontería y descartarlo, o bien ponerlo en ese cajón de dudas, y quizás el tiempo le diera una explicación o quizás no. Tener un cajón de dudas en el cerebro sin desecharlas es una gran capacidad que deberíamos desarrollar.

En la universidad doy clases de atención y percepción, de las cuales la parte práctica es mindfulness (atención plena). La atención es como una linterna, según la dirijas en una u otra dirección, presto atención a esto o aquello; pero hay personas que van con su linterna para arriba, abajo, a un lado y al otro también… y los pensamientos van y vienen sin control. Un recurso increíble es saber manejar la atención en cada momento.

También debo decir que personalmente tengo cada vez menos certezas. Por ejemplo, la epigenética es una revolución: ahora esta nueva rama de la ciencia está demostrando que vivencias pueden afectar a que nuestros genes se expresen o no y que incluso este “interruptor” que hace expresarse a los genes lo pueden heredar los hijos. Esto es, que algunas cosas que vivimos podrían afectar por herencia a los hijos. Esto es una auténtica revolución. Así que lo que aprendimos en el colegio, que sólo las mutaciones hacen variar los genes o que sólo se hereda lo que está en los genes, parece que no es cierto. Una certeza dinamitada. O la física cuántica, que asevera que una partícula puede estar aquí y en otro lado al mismo tiempo, o que existen otras dimensiones… ¿Qué certeza nos queda? A mis alumnos les digo cuando les explico algún tema que “esto de momento es así y dentro de unos años tal vez no lo sea”…

-En la escuela nos han enseñado muchas certezas, pero no a descubrir quiénes somos verdaderamente y a utilizar el “GPS interior”, uniformando el conocimiento y entrenándonos para este sistema que va terminando su ciclo.

-Sí, para ser muy iguales entre nosotros… Hace poco leí que a los niños los preparan para su futuro, pero la cuestión es que los tienen que preparar para el presente. ¡Ya nos inculcan lo de vivir el futuro cuando somos niños! Todo es futuro.

-Y se da la paradoja que también existen “adolescentes” de 30 años.

-Tiene mucho que ver con la aceptación, o no, de que nos hacemos mayores. Ahora todo es modificable, como el aspecto físico, que te puedes ir estirando la cara para parecer un chaval, o la forma de vestir… Cuando salen arrugas es más traumático que en otras épocas. Nos aceptamos menos, somos más artificiales. Antes éramos más naturales, aceptábamos la vida tal cual era.

-Al producirse una resistencia al cambio natural esto provoca sufrimiento. Y volvemos al tema de la flexibilidad: cuanto menos flexible eres, más sufres.

-Sufrimos cuando la realidad choca con nuestras expectativas. Si plantas una semilla normalmente imaginas la planta ya desarrollada, pero luego nunca resulta igual a como la has imaginado: las hojas son más grandes, el color de las flores es más intenso,.. entonces algunos disfrutan lo mismo, mientras otros se desesperan. Esto también ocurre en la vida: las cosas no resultan ser como las habíamos planificado.

-En tu libro reproduces una frase de Antonio Gala que dice “la felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”. Pregunto: ¿nada?

-En una conferencia, que se puede ver en un video colgado en Youtube titulado “Redescubrir la vida”, Anthony de Mello durante los diez primeros minutos iniciales prepara al auditorio (jóvenes, principalmente) para lo que iba a oír. Dice, entre otras cosas, que “ahora les voy a dar la clave de la felicidad en una frase, pero primero os tengo que avisar que no os va a gustar nada”, y les pide que no emitieran juicios o lo desecharan. Finalmente termina expresando que la clave de la felicidad es el desapego, poniendo como caso paradigmático un indio (de India) que tira un carro donde van personas como pasajeros. De Mello afirma que para ser feliz hay que desapegarse de todo, incluso de la propia vida. Creo que debemos practicar el desapego, restarle importancia a las cosas, aunque no es nada fácil. ¿Cómo te desapegas por ejemplo de tus hijos?

-¿Qué le dirías a quien se acerca y te pide que le resumas lo que has querido transmitir con tu libro?

-Tienes que tener la mente más abierta y podrás ser más feliz.   



Entrevista de Aurelio Álvarez